El Observatori de l'Ebre analiza los efectos de la actividad solar en los transformadores de alta tensión
Del mismo modo que los fenómenos meteorológicos extremos pueden llegar a ser devastadores para la población humana, el hecho de que el Sol emita cantidades ingentes de partículas y energía hacia el espacio hace que, en determinadas ocasiones, sistemas tecnológicos terrestres puedan verse afectados severamente. Por analogía, a la ciencia que estudia estos fenómenos se le llama hoy en día meteorología espacial, aunque no ha sido otra cosa que rebautizar lo que tradicionalmente se había conocido como física de las relaciones Sol-Tierra, disciplina en la que el Observatorio del Ebro se convirtió en pionero a principios del siglo XX, y en la que se ha estado trabajando, pues, durante más de un siglo.
Roquetes, 26 de abril de 2012. El Sol presenta ciclos de actividad de aproximadamente once años y, siguiendo la analogía con el clima terrestre, podríamos decir que en estos momentos, después de unos años de relativa calma, estamos dejando el otoño para entrar en el invierno, dado que el periodo de máxima actividad se espera entre los próximos meses del 2012 y el 2015. La manifestación más clara de esta actividad es la aparición esporádica de manchas en la Fotosfera solar, que van creciendo en número y en área y desplazándose desde los polos al ecuador, a medida que avanza el ciclo. Ligadas con la aparición de las manchas se producen explosiones en la superficie de Sol que emiten una gran cantidad de materia ionizada, que cuando llega a las proximidades de la Tierra, en determinadas condiciones, genera corrientes eléctricas importantes en la magnetosfera y la ionosfera que se traducen en variaciones del propio campo magnético terrestre, llamadas tormentas geomagnéticas.
La meteorología espacial no es un fenómeno nuevo, pero nunca los seres humanos habíamos sido tan dependientes de los sistemas tecnológicos. Los sistemas susceptibles de verse afectados por estos fenómenos son las redes de transporte y distribución de energía eléctrica, las líneas ferroviarias, los oleoductos y gasoductos. Pero también las comunicaciones de radio, los sistemas electrónicos de los satélites, los sistemas de posicionamiento y navegación por satélite. Incluso los tripulantes y viajeros de determinados vuelos que usan rutas polares pueden sufrir la exposición a dosis excesivas de radiación.
El Observatorio está llevando a cabo un proyecto para la predicción de las corrientes inducidas geomagnéticamente en las subestaciones y transformadores de la red de 400 kV de Cataluña, financiado por Endesa y desarrollado en colaboración con Ingeniería La Salle (Universidad Ramon Llull). Constituye el primer el esfuerzo de modelado y medida de de estos efectos en España, e incluso el sur de Europa. Los resultados se acaban de publicar en la revista Space Weather de la American Geophysical Union. Estos resultados muestran que el efecto es mucho menor que las intensidades que en general han provocado impactos en redes eléctricas en regiones de latitudes más altas, como el apagón de la red de Quebec durante una tormenta en 1989, pero puede llegar a ser significativo en algunos de los transformadores de nuestra red.
Más información:
David Altadill
Observatori de l'Ebre
Tel. 977 588 803
daltadill@obsebre.es
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